Salvados por la Intercesión
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El hombre es un indigente. El hombre y la mujer son una obra inacabada. Andan en el mundo de la imperfección. Se sienten necesitados.
Los seres humanos están abiertos al infinito. Hay en su interior un deseo de belleza y de inmortalidad. Se sienten llamados a realizarse en plenitud. En su corazón vibra la esperanza de una vida plenamente feliz.
Este hombre indigente y deseoso de felicidad y realización personal, lucha, trabaja, peregrina en búsqueda de su realización pero se siente limitado y requiere de la ayuda de los otros y del Otro, de Dios, por eso suplica, pide, agradece, alaba… se vuelve orante. Podemos decir que el hombre sensato es orante por naturaleza.
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