Oremos al Espíritu Santo
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Hay una relación estrecha entre el Espíritu y la oración. En el Antiguo Testamento se nos presenta esta relación, cuando Zacarías anuncia la liberación de Jerusalén: “En aquel día, llenaré de espíritu de bondad y de oración a los descendientes de David y a los habitantes de
Jerusalén” (Zac 19, 10). El Espíritu de Dios es un Espíritu de oración.
En el Nuevo Testamento, Isabel llena del Espíritu Santo y ora (Lc 1, 41-45); María en el contexto del Espíritu Santo que aleteaba en la casa de Isabel ora la Magnificat (Lc 1, 47ss); Zacarías se llena de Espíritu Santo y ora (Lc 1, 67ss); Simeón, guiado por el Espíritu va al templo que es casa de oración, toma al niño en sus brazos y ora (Lc 2, 27-32), y lo mismo Ana.
También Cristo lleno de Espíritu Santo ora. En efecto oró en su bautismo, cuando se abrieron los cielos y descendió sobre El el Espíritu Santo (Lc 3, 21). Fue conducido por el Espíritu al desierto que es lugar de encuentro con Dios, lugar de oración.
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