Los 3 Secretos de la Salvación
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Dios quiso enviarme a una misión al Africa. Estuve en Benín y en Costa de Marfil. A tres sacerdotes eudistas (un francés, un canadiense y yo, colombo-mexicano) que predicábamos un retiro en Yopougon, nos sucedió algo terrible. Hubo un golpe de Estado y el nuevo gobierno liberó a muchos prisioneros de las cárceles. Se dio una oleada de violencia, de la cual fuimos víctimas nosotros. Un grupo de asesinos, que acababa de matar a un periodista deportivo de la ciudad, nos atacó, nos retuvo, nos robó todo, nos amenazó, nos golpeó. Se llevaron nuestros documentos y boletos de avión, se apropiaron aún los regalos que habíamos adquirido durante el viaje para los amigos y familiares de nuestros países… pero como dice un poeta francés: “El ladrón me ha robado todo menos la luna que sale por mi ventana”. Gracia a Dios no nos robaron la vida, pues eran personas demasiado agresivas, con armas muy imponentes, verdaderamente asesinas.
Cuando regresé a México abrí mi maleta rota y semivacía, y encontré lo único africano que me dejaron los bandidos, una postal que me había regalado una familia humilde. Había en la postal, un trípode, y sobre él una olla de barro en un campo verde y soleado, y una sentencia en francés que decía: “nada hay más sólido que lo que se sostiene sobre tres pies”.
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