El cristiano es un obrero del Evangelio, un trabajador en la viña del Señor. A unos el Señor nos llamó bien temprano a trabajar en su campo, a otros a media mañana o en el atadecer de la vida (Cfr: Mt 20, 1-16). Sea lo que sea, a todos nos pide lo mismo: trabajar. Y a todos nos pagará lo mismo: la vida eterna.

Esta vida de laboriosidad como buenos obreros del Evangelio, implica lucha, esfuerzo, sacrificio, entrega y dedicación.

Encuentro en Nehemías, una maravillosa imagen para entender mejor lo que significa ser obreros que trabajan y luchan por construir el Reino de Dios. Se trata de lo que hizo el pueblo judío cuando, al mando de Nehemías, reconstruían las murallas de Jerusalén.