El Poder de la Alabanza
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Si cada uno de nosotros fuera un salmo de alabanza y bendición… la Asamblea sería un salterio, la Iglesia una melodiosa sinfonía imposible de callar, y todos, hostias agradables, “el olor del incienso que Cristo ofrece a Dios”
(2 Cor 2, 15).
Pero seremos todo ello, no cuando digamos alabanzas, no cuando profiramos bendiciones, no cuando expresemos elogios a Dios, no cuando cantemos canciones a su Nombre… sino cuando nuestra existencia toda se convierta en una vida agradable a sus ojos.
Descripción
Nuestra vida debe ser una liturgia, una continua oración, una permanente celebración, una verdadera adoración. Nuestra vida debe ser un salmo de alabanza, pues “¿Qué hay mejor que un salmo? Por eso, David dice muy bien: ¡Alabad al Señor porque es bueno salmodiar: a nuestro Dios alabanza dulce y bella! Y es verdad. El salmo es
bendición pronunciada por el pueblo, alabanza de Dios por la Asamblea, aclamación de todos, palabra dicha por el universo, voz de la Iglesia, melodiosa profesión de fe” (San Ambrosio)
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